Hoy creo saber lo que se siente. Lo que se siente estar ahogada, no poder respirar, que ese agua invada mi cuerpo sin dejarlo ser libre, que lo apriete hasta volverlo bordó y hacer que me rinda. Que mis ganas de respirar, mueran con él.
Circunstancias de la vida me están llevando a eso. Momentos que no sé como enfrentarlos, me hacen sentir que estoy por ahogarme en el centro de un mar donde nadie puede socorrerme. Momentos en los que grito "¡BASTA! Quiero salir de acá, quiero renovarme, quiero volver al camino donde yo creía haber encontrado felicidad". Pero nadie me escucha, nadie es capaz de interesarse en mi libertad, y es ahí donde me hundo. Donde mis brazos y piernas ya se cansan de moverse en vano. Y es también ahí donde descubro otro mundo. Un mundo, que la vida me llevo a conocer, el mundo donde todo es oscuro, donde todos los que habitan allí abajo son extraños, donde se cumple la "ley del mas grande" y ya no existe el querer ver bien al de al lado, porque es ahí donde se enfrentan el "él o vos".
Cansada hoy de intentar flotar para salir de este océano y no encontrar más que agua a mi alrededor, decido dejarlo todo en las manos de Dios. Pongo mi pequeña vida en sus grandes manos. Porque todavía me queda la ciega esperanza de que en algún lugar de este abismo hay una luz que brilla. Y es a esa a quien debemos seguir, y es por esa por quien debemos seguir nadando hasta encontrarla y convertirla en inmensidad.
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